La bellísima iglesia de Fátima en Martínez encarna una confluencia tan extraordinaria de valores –espirituales, litúrgicos, arquitectónicos, artísticos– que la convierten en uno de los más preciosos bienes de nuestro patrimonio edificado. Proyectada por los arquitectos Claudio Caveri y Eduardo Ellis entre 1956 y 1957 y bendecida en 1959, su concepción cristocéntrica representa una avanzada física revolucionaria en tanto precursora de la renovación teológica, litúrgica y pastoral desarrollada años más tarde por el Concilio Vaticano II (1962-1965).
La ubicación del altar –una simple pieza de cemento sostenida por un pie– en el cruce de las dos naves y la distribución de los asientos hacia sus cuatro lados plantea un claro regreso a la liturgia primitiva, al ideal de comunidad centralizada en torno a Cristo. De igual manera, la sabia interacción entre la rotundez de los volúmenes y la inmaterialidad de la luz, sumada a la austera desnudez de los materiales, sugieren un despojamiento ritual arcaico e iniciático, una inmersión en el misterio de lo sagrado.
Esta arquitectura de búsqueda y ruptura se inscribe en la corriente arquitectónica nacional conocida como “casablanquismo”, inspirada en la despojada estética hispanocriolla del Centro y Noroeste del país: paredes encaladas, pisos de ladrillo cerámico, ónix de San Luis tamizando la luz de las ventanas. El mobiliario es asimismo diseño de Caveri, mientras que el Vía Crucis –obra de la artista plástica Josefina Robirosa– se resuelve mediante placas de cemento talladas en bajorrelieve. El templo guarda algunas valiosas tallas indígenas del período colonial, entre las que sobresale un Cristo crucificado del siglo XVII y un San José.
Aunque en la propuesta de los autores está presente algo del espíritu mediterráneo de Le Corbusier o de la expansión wrightiana de la caja arquitectónica, no es menos cierto que por su intercesión se recupera y revalora el conmovedor rastro estético de las ascéticas capillas pueblerinas de nuestro Noroeste, con lo cual su operación creativa reivindica –y coloca en pie de igualdad– al arte universal con la propia tradición cultural, fundando así el molde inédito de una modernidad mestiza, criolla, rioplatense, argentina.
Textos: Alberto Petrina.
Fotos: Diego Eidelman
Ubicación
Provincia: Buenos Aires
Ciudad: Mar del Plata
Dirección: Falucho 995 y Mendoza
Declaratoria: Decreto N° 2.109/2013
Categoría: Monumento Histórico Nacional