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Un panorama del país


Existen ejemplos de la utilización que los habitantes de las variadas regiones de nuestro país han dado a los PFNM siguiendo técnicas, cuyos orígenes, en algunos casos, se remontan a las primeras etapas de sus culturas.

En la zona Noroeste del Monte suelen utilizarse tinturas naturales como por ejemplo de la corteza del lecherón o curupí (Sapium haematospermum), para teñir de amarillo-oro los hilos y géneros, o del nogal criollo (Juglans australis), ya que su corteza y hojas se utilizan para dar a las fibras, en particular lana, un intenso color marrón oscuro. Del tintitaco (Prosopis torquata) y del espinillo negro (Acacia atramentaria) se obtiene un tinte negro utilizado para otorgar a los tejidos de lana, que aún se realizan con técnicas ancestrales, la tonalidad que les es característica y que los convierte en preciados artículos artesanales para turistas del país y del extranjero. Con uso alimenticio encontramos especies como el piquillín (Condalia microphylla) y la tuna (Opuntia spp.).

En la Selva Misionera crece el árbol de la yerba mate (Ilex paraguarienses). La infusión que se prepara con sus hojas, el “mate”, posee además de propiedades estimulantes, diuréticas y digestivas, un importante valor cultural. Actualmente este árbol, que en su hábitat natural alcanza los veinte metros de altura, es manejado fuera de la selva de forma tal que no supera los dos metros de altura en cultivos destinados a su industrialización.

También en esta región existe gran cantidad de especies muy apreciadas por su poder medicinal como la palmera cocotera mbocoyá (Acrocomia aculeata), utilizada en las enfermedades de las vías respiratorias y el hígado, y la plamera pindó (Syagrus romanzoffiana), para la diabetes; el guatambú saiyú (Aspidosperma australe), contra el paludismo; el palo rosa (Aspidosperma polyneuron), para combatir los resfríos y catarros; el cedro macho (Cabralea canjerana), y el guatambumí (Esenbeckia densiflora), como febrífugo; la guatatumba (Casearia sylvestris), como antirreumático; el sangre de drago (Croton urucurana), para el dolor de caries dentales y para combatir la reacción alérgica provocada por las picaduras de algunos insectos.

En la Selva Tucumano Boliviana son utilizadas con fines curativos el lapacho rosado (Handroanthus impetiginosus), como antirreumático; el mamón del monte (Carica quercifolia) como vermífugo, el nogal criollo (Juglans australis), para controlar diarreas y dolores estomacales, y el tomate de árbol (Solanum betaceum), que además de tener un gran valor alimenticio, es utilizado para combatir la gripe y calmar las migrañas y cefaleas severas.

En la zona norte de la provincia de Misiones, es común en las comunidades indígenas locales el consumo de las semillas del pino de Misiones (Araucaria angustifolia), como complemento de su dieta. Dicha situación se repite en el Sur, donde los habitantes encuentran en las semillas del pehuén (Araucaria araucana) una fuente energética a su alcance.

En los Bosques Andino Patagónicos existe una enorme variedad de frutos silvestres que los habitantes utilizan frescos o elaborados. Tal es el caso de la frutilla silvestre (Potentilla chiloensis), el maqui (Aristotelia chilensis), el calafate (Berberis microphylla), la chaura (Gaultheria mucronata), la parrilla (Ribes magellanicum), la zarzaparrilla (Muehlenbeckia hastulata) y la parrillita (Ribes cucullatum), con los que se preparan dulces, y el avellano (Gevuina avellana), cuya almendra tostada se agrega al chocolate. Otras especies se usan para condimentar los alimentos, como el canelo (Drimys winteri), en reemplazo de la pimienta, el quin quin (Osmorhiza chilensis) en lugar del eneldo, y el culle colorado (Oxalis andenophylla) como substituto del limón. Además, sobre algunas especies del género Nothofagus como la lenga, el ñire y el guindo crece un hongo conocido como pan de indio (Cyttaria darwinii), cuya fructificación formaba parte importante de la dieta de los onas. Con la caña coligüe (Chusquea culeou) se construyen muebles, cercos, corrales y partes de viviendas. Entre los helechos, Rumohra adiantifornis es ampliamente utilizado por su valor ornamental.

Tanto en el Parque Chaqueño como en el Espinal, existe una importante variedad de plantas melíferas como el espinillo (Acacia caven), el garabato (Acacia praecox), el cedrón del monte (Aloysia gratissima), el timbó colorado (Enterolobium contortisiliquum), el chañar (Geoffroea decorticans), el guaiabí (Patagonula americana), el ñandubay (Prosopis affinis), el itín (Prosopis kuntzei), el algarrobo negro (Prosopis nigra), el vinal (Prosopis ruscifolia), el tintitaco (Prosopis torquata), el mistol (Ziziphus mistol). De muchas especies pueden extraerse aceites para su utilización en perfumes, entre ellas la tusca (Acacia aroma), el espinillo (Acacia caven), el cedrón del monte (Aloysia gratissima), el ñangapirí (Eugenia uniflora), el guabiyú (Myrcianthes pungens) y la palmera caranday (Copernicia alba). Del árbol de brea (Cercidium praecox) se obtiene un exudado con varios usos en la industria alimenticia y farmacéutica, entre otras.

En el Parque Chaqueño los pobladores han utilizado desde siempre las distintas especies para la fabricación de artículos de uso diario, muchos de los cuales son vendidos como artesanías a los turistas locales y extranjeros. Entre ellos, esculturas y utensilios con madera de ceibo (Erythrina crista-galli), cestería con las hojas de las palmeras mbocayá (Acrocomia aculeata) y caranday (Copernicia alba) y tejidos con fibras de las hojas de chaguar (Bromelia serra y B. hieronymi).

En esta misma región, el fruto de los distintos algarrobos (Prosopis spp.) es utilizado para la elaboración de harina y sucedáneos del café, una golosina conocida como patay, arropes y dulces, bebidas como aloja y añapa, y para la alimentación del ganado. Servicios como la sombra y la fijación del suelo, sumados a este valor alimenticio, llevan a los habitantes de la zona a denominarlo significativamente “el árbol”.

En las distintas zonas las comunidades originarias y locales realizan un aprovechamiento del bosque nativo que supera el uso maderero. Sin embargo, la pérdida de los conocimientos tradicionales hace que cada vez se utilicen menos especies, hecho que se traduce en un manejo no siempre sostenible del recurso al efectuar una extracción intensiva sólo de aquellas plantas de las que conocen sus aptitudes. Revertir esta situación y promocionar un uso sostenible de los PFNM es un tarea conjunta entre organismos públicos, privados y la comunidad toda.

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